lunes, 5 de septiembre de 2011

Prologo de 10 Maneras De Ser Adorada Cuando Pescas Un Lord


10 Maneras De Ser Adorada Cuando Pescas Un Lord



Prologo.


No se puede negar que había una autentica epidemia propagándose entre las jóvenes damas de Londres – una trágica realidad que terminaba en nada más que el muy posible peor argumento.
Nos referimos, por supuesto, a la soltería.
Con tantas mujeres solteras en nuestra hermosa ciudad tan desafortunadamente privadas del brillante sol de la felicidad conyugal. ¡Es nada menos que criminal que estos prometedores jóvenes brotes nunca pudieran tener la oportunidad de florecer! Y así, Querido Lector, es en interés del servicio público que tenemos que recopilar una lista de soluciones a prueba del tiempo, a menudo comprobadas para simplificar la más difícil de las tareas – la de asegurar un marido.
Humildemente presentamos, Lecciones Para Pescar un Lord.
Perlas y Pellizas
Junio de 1823

Townsend Park
Dunscroft, Yorkshire

Lady Isabel Townsend estaba de pie en el deslucido recibidor del único hogar que había conocido, y quiso disminuir el rugido en sus oídos. Entrecerró sus ojos sobre el pálido, esbelto hombre de pie ante ella.
“Le envía mi padre.”
“Exactamente”
“Y ¿le importaría repetir eso ultimo?” Sin duda ella había malinterpretado las palabras que había disparado la lengua de tan sumamente inoportuno visitante.
El sonrió, la expresión vaciá y sin atractivo. El estomago de Isabel enloqueció. “Efectivamente,” dijo entre dientes, las palabras enroscandose entre ellos en la repentinamente pequeña habitación. “Estamos prometidos.”
“Y porque... Supongo que te refieres...”
“Tu. Y yo. Nos vamos a casar.”
Isabel sacudió la cabeza. “Lo siento, ¿usted es...?”
El se detuvo, claramente infeliz con la idea de que ella no había estado prestando atención. “Asperton. Lionel Asperton.”
Isabel hizo una nota mental para saborear el desafortunado nombre en un momento posterior. Por ahora, debería negociar con el hombre. Que no parecía ser muy listo. Por supuesto, ella había aprendido hace mucho tiempo que los hombres de su conocido padre eran pocas veces hombres de inteligencia.
“¿Y como es que llegamos a comprometernos, Mr. Asperton?”
“Te gane.”
Isabel cerro los ojos, dispuesta a mantenerse a si misma estable. Esconder la ira y el dolor que despertaron esas palabras. Que siempre surgían esas palabras. Encontró su pálida mirada otra vez. “Me ganaste.”
Ni siquiera tuvo la gracia de fingir vergüenza. “Si. Tu padre te aposto.”
“Por supuesto lo hizo.” Isabel exhalo su frustración en un pequeño soplo de aliento. “¿Contra?”
“Cien libras.”
“Bueno. Eso es lo más habitual.”
Asperton detuvo las enigmáticas palabras, dando un paso más cerca de ella. Su sonrisa era demasiado confiada. “Gane la ronda. Eres miá. Por derechos.” Él extendió una mano, trazando su mejilla con un dedo. “Creo que ambos lo disfrutaremos.”
Ella se quedo inmóvil, la pura voluntad de mantener a raya el escalofrío que amenazaba. “No estoy segura”
Él se inclino, e Isabel se quedo paralizada por los labios del hombre – rojos y cerosos. Se aparto, desesperada por mantener la distancia, mientras el dijo, “Entonces tendré que convencerte de lo contrario.”
Ella se retorció bajo su tacto y su incomoda proximidad colocando una vieja y deshilachada silla entre ellos. Un brillo destello en los ojos del hombre mientras la seguía, acercándose.
Le gustaba la caza.
Isabel iba a tener que terminar con esto. Ahora.
Me temo que ha recorrido un largo camino para nada, Mr. Asperton. Como usted ve, estoy mucho más allá de la mayoría de edad. Mi padre”-Se detuvo, la palabra sabiendo amarga- “Debería haber conocido algo mejor que apostarme. Nunca ha funcionado antes. Con toda certeza, no funcionara ahora.”
El detuvo su acechamiento, los ojos muy abiertos. “¿Él ha hecho esto antes?”
Demasiadas veces. “Veo que apostar una vez a la única hija es juego limpio, pero hacerlo múltiples veces, ¿esto de alguna manera ofende su sensibilidad?”
Asperton miro boquiabierto. “¡Por supuesto!”
Isabel estrecho la mirada fijamente en el que sería su prometido. “¿Por qué?”
“¡Porque el sabía que al final no cumpliría con la apuesta!”
El hombre era sin duda alguna un conocido de su padre.
“Si. Esta es obviamente la razón por la que esta situación es una ofensa inaceptable, ” Dijo Isabel irónicamente, girando bruscamente y abriendo la puerta de la amplia habitación. “Me temo, Mr. Asperton, que usted es el séptimo hombre que ha venido a reclamarme como su prometida.” Ella no pudo contener una sonrisa ante su sorpresa. “Y, como lo es, también sera el séptimo hombre soltero que dejara Townsend Park.”
La boca de Asperton se abrió y cerro en una rápida sucesión -sus carnosos labios recordaron a Isabel un bacalao.
Contó hasta cinco.
Ellos siempre estallaban antes de que ella pudiera alcanzar el cinco.
“¡No aguantare esto!¡Me prometieron una mujer!¡La hija de un Conde!” Su voz se había vuelto alta y gangosa -el tono que Isabel siempre asociaba con los desagradables holgazanes que fraternizaban con su padre.
No es que hubiese visto a su padre en media docena de años.
Cruzo los brazos, otorgando al hombre con su mejor mirada compasiva. “¿Imagino que también hizo mención a una considerable dote?”
Sus ojos se iluminaron mientras finalmente comprendió. “Exactamente.” Ella casi se compadeció por el. Casi.
“Bueno, me temo que no hay una de esas, tampoco.” Frunció el ceño. “¿Querría tomar un té?”
Isabel vio como el lento movimiento de la rueda del cerebro de Asperton completo su rotación y anunció.“¡No!¡No quiero un té!¡Vine a por una esposa y por Dios que me iré con una!¡Contigo!”
Intentando mantener un aire de calma, ella suspiro y dijo “Tenía tantas esperanzas de que no llegaríamos a esto.”
Su pecho se hincho por las palabras, malentendiendo su significado. “Estoy seguro de que lo hacía. ¡Pero no abandonaré esta casa sin la esposa que me fue prometida!¡Me perteneces!¡Por derechos!”
Se abalanzo sobre ella entonces. Siempre lo hacían. Ella dio un paso al costado, y el se desplomo a través de la puerta abierta y más allá en la entrada.
Donde las mujeres estaban esperando.
Isabel le siguió hasta el recibidor, observando como se enderezaba, como asumió en las tres mujeres sentadas ahí como soldados bien entrenados, una barrera de defensa entre el y la puerta de la casa. Ciertamente nunca había visto unas mujeres como estas antes.
Por supuesto, el nunca se daría cuenta de que estaba viendo a tres mujeres.
Isabel siempre había encontrado que los hombres tendían a ver solo lo que ellos querían ver.
Ella observo como su mirada se desvió de la cocinera, a la maestra del establo, a la mayordomo.
Se volvió hacía Isabel. “¿Qué es esto, entonces?”
La maestra del establo pego el látigo enroscado contra un muslo, el aporreo del cuero causo que Asperton se sobresaltara. “No nos gusta que le levante la voz a una señorita, señor.”
Isabel vio como el ángulo de la muesca de su delgada garganta se estremecía. “Yo-Yo soy ...”
“Bien, una cosa que usted no es, es un caballero, si bien la forma en la que llego abalanzado de esa habitación es una indicación.” La cocinera indico el recibidor con su largo y pesado rodillo.
El miro de nuevo hacia Isabel, y ella le dio un pequeño encogimiento de hombros femenino.
“Seguramente no estaría lanzándose tras Lady Isabel de tal manera.” Esto de la mayordomo, quien, perfectamente presionada y encorbatada, perezosamente investigaba el filo del sable que sostenía. Isabel hizo todo lo posible por no mirar la zona vacía en la pared de la cual la antigua -y probablemente muy desafilada, ciertamente- espada había venido.
Ellas en efecto tenían gusto por lo dramático.
“Yo-¡no!”
Hubo un largo momento de silencio mientras Isabel esperaba que un brillo de sudor tomase morada en la frente de Mr. Asperton. Vio como el elevar y descender de su pecho aceleraba, y solo entonces decidió intervenir.
“Mr. Asperton solamente estaba marchándose,” dijo ella, su tono de voz impregnada con amabilidad. “¿O no, Señor?”
El asintió con la cabeza nerviosamente, hipnotizado por el látigo de Kate, moviéndose en lentos y amenazadores círculos. “Yo-yo lo estaba.”
“No creo que regrese. ¿Lo hará, señor?”
El no respondió durante bastante tiempo. Kate dejo caer el suave cuero del látigo al suelo, y el brusco movimiento le sacudió de su trance. El se cuadro y zarandeo su cabeza firmemente. “No. No lo creo.”
La punta del sable de Jane golpeo el suelo de mármol, enviando un poderoso estruendo a través del largo y vació espacio.
Isabel ensancho los ojos, bajando la voz a un susurro. “Debía pensar que querría saber tal cosa, señor.”
El aclaro su garganta apresuradamente, “Si. Por supuesto. Quiero decir -no. No estaré de vuelta.”
Isabel sonrió entonces, amplia y amistosamente. “Excelente, le despido, entonces. ¿Confío en que sera capaz de encontrar por si mismo la salida?” Ella señalo la puerta, ahora flanqueada por las tres mujeres. “Adiós.”
Ella regreso al recibidor entonces, cerrando la puerta firmemente detrás suya y moviendo la ventana justo a tiempo de ver la silueta del hombre apresurarse escalera abajo del Park y trepar sobre su caballo, galopando lejos como si los perros del infierno estuvieran sobre el.
Soltó un largo suspiro.
Solo entonces permitió que las lagrimas llegaran.
Su padre la había apostado.
Otra vez.
La primera vez había sido la más dolorosa. Uno podría pensar que estaría acostumbrada a semejante tratamiento por ahora, pero no obstante la verdad la sorprendía.
Como si algún día todo pudiera ser diferente. Como si algún día el pudiese ser otra cosa que el Derrochador.
Como si algún día el pudiera preocuparse por ella.
Como si algún día a alguien le importase ella.
Por un momento, se permitió así misma considerar a su padre. El Derrochador. Un hombre que dejo a su hija y a su esposa escondidas en el campo y volvió a la vida libertina en Londres, a la escandalosa vida. Un hombre a quien nunca le había importado: no cuando su esposa había muerto; no cuando sus sirvientes, no dispuestos a estar un día sin sueldo, habían abandonado sus puestos en masa; no cuando su hija le había enviado carta tras carta preguntando por su regreso a Townsend Park y que restaurase a la casa de campo un poco de su antigua gloria -si no por ella, entonces por su heredero.
La única vez que el había vuelto...
No. No pensaría en ello.
Su padre. El hombre que le había robado a su madre el espíritu. Quien había privado a su hermano, un niño, de un padre.
Si no les hubiese abandonado, Isabel nunca habría tomado la responsabilidad de la finca. Ella había aumentado el reto, haciendo lo mejor posible por mantener en pie la casa y la comida en la mesa. Aun cuando no fructífero, la finca había sido capaz de mantener a duras penas a sus habitantes e inquilinos mientras su padre había gastado cada ultimo penique de los ingresos de sus tierras en sus escandalosas actividades.
Había habido bastante para comer, y la negra reputación del Derrochador había impedido a los curiosos visitantes llegar a los escalones de Townsend Park, permitiendo a Isabel poblar la casa y alojar a sus sirvientes como ella deseara, lejos de las miradas indiscretas de la multitud.
Pero no hacía que dejase de desear que todo fuese diferente.
Deseando que ella hubiera tenido oportunidad de ser lo que todas las hijas de los condes nacen para ser. Deseando que ella hubiera sido criada sin nadie en el mundo. Sin dudas en su cabeza si algún día sería su día de resplandecer; que un día sería cortejada apropiadamente -por un hombre que la quisiera por ser ella, no como un botín de un juego de azar. Deseando que ella no estuviera tan sola.
No es que el desear hubiese ayudado alguna vez.
La puerta de la habitación se abrió y cerro en silencio, e Isabel dejo escapar una pequeña risa auto critica, secándose las lagrimas de sus mejillas. Finalmente, se volvió, encontrándose a la sagaz Jane, de mirada seria.
“No deberías haberle amenazado.”
“Se lo merecía,” dijo la mayordomo.
Isabel asintió con la cabeza. Asperton había tomado el lugar de su padre en esos últimos minutos. Las lagrimas aguijonearon una vez más; las mantuvo en raya. “Le odio.” susurro ella.
“Lo se,” dijo la mayordoma, sin moverse de su lugar en la entrada.
“Si el estuviera aquí, felizmente podría matarlo.”
Jane asintió con la cabeza una vez más. “Bueno, parece que tal cosa no es necesaria.” Levanto una mano, revelando un cuadrado pergamino. “Isabel. El conde... esta muerto."


Descargar Prologo: Prologo



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4 comentarios:

  1. Hola, he encontrado este blog y me encanta, estoy muy contenta de que vayas a traducir este libro.
    Espero que no se te haga muy pesado...
    Gracias por el trabajo que haces.

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  2. lo mismo digo. Gracias por traducirlo.

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  3. Gracias por comenzar la traduccion de este libro!!

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  4. Gracias por comentar, pero ya no vamos a traducir este libro ya que esta terminando de traducirse en el foro Dark Guardians.
    Si estáis interesadas informo de que espero poder pronto empezar la traducción de Mi Irresistible Earl ya que esta siendo muy visitado.
    ^^

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