4. Alan.
Trato de centrarme en el Acto II de Macbeth,
pero todo lo que puedo hacer es pensar en Aimee Avery. Mi profesora de Inglés, Mrs. Carey, está intentando
hacer a Shakespeare más interesante, y tengo que admitir que lo que he estado
leyendo está bien, para Shakespeare. Me gustan la brujería y la conspiración,
pero Shakespeare requiere bastante trabajo, bastante concentración mental, y
justo ahora no la tengo. Al menos no para Bill Shakespeare.
Aimee dijo que me vería luego. No parece que sea una cita o algo por el
estilo. En realidad ni siquiera se diría que estuviera diciéndome que no me
evitaría luego. Solo era una despedida habitual. No una promesa. Shakespeare
habría escrito algo como que te vaya bien
o algo de esa manera.
Tiene novio. Blake. Las campanas suenan y avanzo hasta la clase de arte. En
vez de leer, estoy sujetando un pincel y mirando un trozo de lienzo. Hay pintura roja en mi pincel y hace que
recuerde la pintura roja que Aimee tenía en la mano. Es una artista. ¿Es buena?
Tiene el pelo rojo.
…Rojo…
El maldito sueño. No se había ido. A lo mejor porque ahora sé que esa chica
es Aimee. Por lo general, y no obstante, cuando un sueño como este permanece
por mucho tiempo- cuando Onawa está en el sueño- es más que un espectáculo de
una imagen mental.
Mi mano está moviéndose. La dejo ir. En realidad no sé que estoy haciendo.
Parece que soy un autopiloto. Pinto y pienso, manteniendo por separado las dos
cosas. No pinto con frecuencia. No soy bueno en esto, pero me gusta. Tengo
sorprendentes imágenes en la cabeza, pero mis manos no son buenas traductoras.
¿Un Cheeto parecido a Marilyn Monroe? Sonrío al recordarlo. Su abuelo y su
hermano pequeño son muy divertidos. ¿Quién demonios pagaría 500$ por un Cheeto?
Me congelo, mi pincel está suspendido sobre uno de los soportes del lienzo. He pintado mi visión. Hay esta
Aimee mirándome, su pelo rojo volando alrededor de su cara, sus amplios ojos
verdes, y su boca están abiertas. Detrás de ella están los ojos verdes de
Onawa, y rodeando las a ambas esta la oscuridad con completas formas girando.
Esto es de locos. Probablemente nadie vería las formas en la pintura negra.
Nadie se daría cuenta de que yo las pinte. ¿Verdad?
“Alan, esto es precioso.”
Oh mierda. Mr. Burnham permanece de pie detrás de mí,
su mano está en su barbilla, sus ojos se fijaron en mi obra. Probablemente este
recordando sus últimos veinte años, con el pelo corto y negro cuajado sobre la
frente. En la cadera izquierda tiene el tatuaje de una tribu, lo cual me hace
pensar que probablemente es el profesor más interesante en este colegio. Aun
así, quiero alejarme de él.
“Te has dado cuenta de que el timbre a sonado hace
unos pocos minutos, ¿verdad?” pregunta.
No es de extrañar que todo esté tan tranquilo. Miro a
mí alrededor. No hay estudiantes en la clase de arte.
“Imagino que no lo escuche,” digo.
“Estuviste muy apasionado con esto. Puedo escribirte
una nota para el siguiente profesor, pero necesitas guardar esto. Por hoy
limpiare tus pinceles,” dice, y ahora estoy seguro de que es fantástico. “Dime,
¿estos espíritus están arremolinándose en la negrura del inframundo?”
“Si, eso creo,” digo.
“¿Y los ojos verdes?”
“Un puma.”
“¿Es un tótem personal?”
No estoy seguro de que decir. Miro su tatuaje. Esas
cosas son comunes. Con cada pregunta difícil consigue que me sienta como un
hombre primitivo. Eso no quiere decir nada.
“¿Sabes acerca de los tótems?” pregunto.
“Un poco.”
“Si. Claro.”
“Todos debemos tener un espíritu que nos guía. Nos
haría la vida más fácil.”
“¿Eso cree?” pregunto.
“No. En algún lugar se apoya la línea, en el lado de mi madre hay algunos de sangre
de Penobscot, pero es muy fina para mí. Solo soy uno de los paganos
pertenecientes al montón. No es que hable con las personas de esto. La gente de
por aquí es muy conservadora, en caso de que no lo hayas entendido.”
Asiento. Quiero olvidarme de la carpintería permanecer
aquí hablando con él, pero mr. Burnham coge el pincel de mi mano.
“Lavarlo,” dice. “Este es mi periodo de prueba. Guardare
a un lado a Aimee y al puma y limpiare los pinceles después de escribir tu nota
para clase.”
“¿Sabes quién es?”
“Aimee Avery es la mejor artista en este colegio.
Naturalmente es una de mis favoritas. Eres consciente de que tiene novio. Blake
Stanley.”
Le doy una vergonzosa mirada que hasta un hombre ciego
podría interpretar. “Es la única persona que realmente habla conmigo.”
“Es una chica agradable,” dice mientras escribe la
nota en el reverso de un trocito de papel. “¿Quién es tu profesor?”
Después de carpintería, cerca de la sala de las
taquillas me preparo para cross-country. En el punto de partida, los Jets están
en el campo practicando para el partido del viernes contra el Chickasha
Fighting Chicks. Derrotar a los Chicks supondría el partido decisivo que
llevarían a cabo los Jets. ¿Ganarán sin mí? Tal vez. No quiero pensar en ello.
El equipo de cross-country se reúne fuera
del terreno de campo con la Entrenadora de Proceso, una mujer delgada con pelo
de ratón y de pálidas pecas, indica la ruta por la que estaremos corriendo
durante el día. Por supuesto no reconozco los nombres de las calles, lo cual
significa que tendré que permanecer con alguien que sepa a donde nos estamos
dirigiendo. Me vuelvo hacia Blake, el cual salió rápidamente al frente de la
jauría. Le alcanzo y corro a su lado.
"No conozco la ruta," explico.
"Los nombres de las calles."
"Es fácil de recordar una vez que la
has hecho unas varias veces," dice. No está respirando con dificultad. Sus
palabras son interrumpidas por todo el ruido que hacen sus pies sobre el
pavimento. A pesar del frío, estamos llevando pantalones cortos. Echo un
vistazo a las bombeantes piernas de Blake. Todos ellos son aficionados y delgaduchos.
En realidad no tienen masa muscular. Puedo ver los músculos de sus pantorrillas
flexionarse, pero casi no son distinguibles sus muslos. Todos son peones y no
están entrenados para la resistencia. No se ponen de puntillas.
Corremos de un lado a otro durante cuarenta
minutos sin hablar. Volvemos a girar por la esquina una última vez más
guardando un poco de esperanza de que haya un surtidor de gas por algún lado y
una tienda de medicamentos por otro. El terreno de campo del colegio esta dos
cuadras más allá.
"Vamos a ver que eres capaz de
hacer," le desafío. Blake me dirige una mirada diciéndome que soy un estúpido
por retarle.
"¡Vamos!" se inclina y corre a
toda velocidad hacia adelante. Yo hago lo mismo. Detrás de nosotros, el resto
del equipo grita animando. Es sobre todo genérico, pero de vez en cuando
escucho, "¡Vamos Blake!"
Le
adelanto con facilidad, y ahora puedo escucharle jadear. Entonces no puedo. Se está
quedando atrás. Diez metros. Veinte. Corro más allá de la valla del campo de
futbol y veo a la Entrenadora de Proceso de pie frente al terreno del campo con
el cronómetro en la mano. Pienso en los últimos metros entre yo y el touchdown
que enviaría a los Jets a las eliminatorias y que descubriría otra ráfaga de
velocidad. Resoplo por el entrenamiento mientras ella pulsa el reloj, con sus ojos
siguiéndome a medida que comienzo a reducir la velocidad.
Blake
termina con unos buenos cuatro segundos detrás de mí. Me vuelvo y le tiendo la
mano. Durante un momento duda, entonces agarra mi mano. Al inhalar resopla
nubes de vapor. Estoy respirando con un poco de dificultad, pero no como él. El
resto del equipo llega sudando. La Entrenadora de Proceso les avisa sobre los
tiempos y sus estudiantes van a verlos. Cuando ya están todos, me llama.
“¿Siempre
corres tan rápido?” pregunta.
Me
encojo de hombros. “No lo sé. Imagino que si.”
“Alan,
tienes una buena oportunidad de unirte al equipo de recorrido por todo el
estado si continuas así,” dice. “Buen trabajo.” Mira al equipo y les llama,
“Daros una ducha.”
Una vez
que estamos en la habitación de las taquillas, las personas que no me habían
hablado antes ahora están felicitándome y hablando de lo rápido que soy. Sé que
soy un buen atleta, pero todos estos elogios no hacen que me sienta cómodo. No
es que me parezca a Adrian Peterson o a Barry Sanders. Estoy de pie en el banco
que está situado en medio de dos largas filas de taquillas marrones, escuchando
y tratando entender algo. Me agacho y desato mi zapatilla, mirando el frío
suelo de cemento, escondiendo una sonrisa.
“Eso es
porque es un indio. Está acostumbrado a robar cuero y correr para no ser
atrapado. ”
El
cuarto de las taquillas esta mortalmente en silencio a excepción del estático
sonido de una de las duchas corriendo tras las taquillas. El aire se vuelve tan
frío como el hielo y luego caliente, como si la aversión estuviese realizándose
a través de él. La toalla de alguien se cae al suelo con los perversos listones
de madera. Los pocos chicos en frente de mi se separan. Un escuálido y bajo
niño está al lado de Blake. No sé el nombre del niño, pero es obvio que es el
único que lo dijo. Permanece de espaldas a mí. No puede tener más de cinco o
seis pies de alto, de ciento treinta libras. Tengo siete libras y catorce centímetros
más que el.
“¿Qué has
dicho?” pregunto. Es algo malo lo que hago, pero doy un paso hacia el. Realmente
es algo malo. Doy otro paso. Los chicos se alejan de mí. El niño mira hacia Blake,
pero Blake le ignora. Otro paso. “¿Dijiste algo sobre el cuero?”
“Hey, tio,
solo estaba jugando por los alrededores,“ promete, levantando una mano en suplica.
Da la espalda a la taquilla abierta. Las zapatillas de alguien cuelgan de un gancho.
“¿Jugando
por los alrededores? Dices que robo cuero, luego corro como un cobarde ¿y eso jugando
por los alrededores?”
“Si, tio.
Ya sabes, como en las películas. Los Nativos
Americanos siempre están asaltando a gente… ya sabes…”
“Si. Lo sé.” Digo. Ahora esto justo frente a él,
y su cara está al nivel de mi pecho. Tiene que levantar la mirada hacia mí mientras
le cayó a la fuerza. No es una amenaza. A lo mejor piensa que Blake le respaldaría.
“Conozco las viejas películas indias. Ahora voy a decirte algo. No sé cómo hacéis
las cosas los chicos de Maine, pero en Oklahoma, cuando alguien insulta a otro,
no permanecemos por los alrededores y hablamos de ello. Solamente comenzamos a patearle
el culo.”
“Oye, tio,
en serio, solo estaba jugando.” Da un paso hacia atrás, pero estoy con él.
“Alan, tio,
Matt necesita una ducha. Solo ignórale,” dice alguien detrás de mí.
“Siempre está diciendo bobadas que no puede demostrar,” dice alguien más.
En los ojos de Matt se ve el miedo. Eso es bastante bueno. Esta vez. “Escúchame,
pequeño de cara pálida. Solo te lo avisare una vez. Haz otra broma de indios y te
arrancare el pelo de la cabeza para después
patearte el culo. ¿Has entendido?”
“Si, tio. ¿Estamos tranquilos?” tiende una mano.
Miro lentamente desde la mano hasta sus ojos. Sus ojos están suplicando. Puedes
decir mucho por los ojos de una persona. Matt es débil. Cree que es gracioso. Asiento,
pero no le estrecho la mano.
“Estamos tranquilos.”
La tensión se rompe y los chicos van a cambiarse las ropas. Mama me mataría
si tuviera una pelea el segundo día en el nuevo colegio. Me ducho y visto tan rápido
como puedo sin parecer obvio, después me dirijo a por el autobús de la tarde.
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