lunes, 17 de febrero de 2014

Adelanto Mi Notorio Caballero (Club Infierno #6)

Adelanto Mi Notorio Caballero (Club Infierno #6)

Aún estoy viendo como dejar el nivel de formalidad entre los personajes que están en este fragmento del capítulo 1 que os dejo, así que veréis que a veces él habla de forma formal y otras de forma informal. 
NO ES EL CAPÍTULO 1 COMPLETO. SOLO LAS PRIMERAS TRES PÁGINAS TRADUCIDAS. 



Adelanto Capítulo 1

Traducido por katiliz94
Londres, 1816

George estaba ebrio, pero eso, supuso Grace, era de esperar. El libertino dandy se dejó caer a su lado en el banco del perímetro de la fiesta, y declaró:
—¡Señorita Kenwood, la adoro!
—Ah, eso es muy amable de su parte, George.
—Hablo en serio, ¡la adoro!
—Adore a Dios y use la cabeza, querido, —respondió ella, supervisando el baile.
Él rió ante la idea de que ella hubiese dicho algo encantador.
—¡Habla como la auténtica hija de un predicador! Me atrevería a decir que podría salvar incluso mi alma, Señorita Kenwood. Pero “es verdad,” —articuló él, tendiéndole una copa—. Es mi mujer ideal en todos los sentidos. —Miró con inocencia a su vestido—. ¡Lo que le falta en moda, lo llena con sustancia!
Ella se giró hacia él, sorprendida.
—O, gracias, milord.
Perfecto. Justo lo que necesitaba escuchar. La confirmación del propio hijo de su anfitrión de que se veía tan fuera de lugar como se sentía en la opulenta residencia de la Marquesa de Lievedon.
La Señorita Grace Kenwood, firmemente junto a las damas de los avanzados veinticinco años, no vestía para las fiestas de la aristocracia.
Todos elogiaban los libertinos deleites de Londres, pero la extensa metrópolis la hacía extrañar su jardín. El aire en la amontonada capital hacia que su piel se sintiera sucia comparada con las brisas frescas y los rayos del sol del campo.
Y las personas… bueno, no era alguien para juzgar, pero bastaba decir que había tiempos decadentes.
—¿Qué estás hacienda escondida en las sombras como un alhelí? —exigió su obstinado compañero, golpeándole el hombro, como un estudiante flirteando con su institutriz.
A los veintiún años, George, Lord Baron Brentford, Bratford, como ella prefería llamarlo, era cuatro años más joven. Él disfrutaba al ponerla en un pedestal ya que sabía muy bien que nada volvería a salir de ahí. Era el heredero del marquesado de Lievedon mientras que ella no era más que la hija del ministro de trato fácil que continuamente era llamada para ayudar a dirigir el joven libertino fuera del camino de la autodestrucción .
A través de una extraña serie de acontecimientos, el reverendo Richard Kenwood se había convertido en una autoridad moral en la tierra que parecía tener alguna influencia sobre el joven ciervo de moda.
El hijo pródigo del Señor Lievedon todavía se desviaba de forma regular, pero al menos el canalla estaba dispuesto a escuchar los sabios consejos del Papa de vez en cuando. Dios sabía que el padre de George no podía llegar a él; pero entonces, el anciano marqués sólo sabía hablar en frías y recortadas órdenes.
En cualquier caso, domar la influencia del Papa sobre el primogénito de Su Señoría era lo que había trasladado al marqués a dar su vida por el Papa. Con el entendimiento, por supuesto, de que el Reverendo Kenwood se haría disponible para la familia de su patrón cuando se lo necesitase.
En resumen, cuando el Marqués los convocó a la Ciudad, los Kenwoods fueron.
George bebió lo último de su brandy y una señaló a un lacayo cercano para que le trajese otro .
—¿No cree que tuvo suficiente? —murmuró ella con suavidad.
—¡Solo uno más! —desvió él con una sonrisa, después se apresuró a cambiar de tema—. Entonces, querida, ¿cómo están todos en el pueblo?
La casa parroquial solo era un ladrillo arrojado de la pila ancestral del marqués en Leicestershire.
Siempre había un zumbido en el diminuto pueblo de Thirstleton cuando alguien de la familia de Su Señoría llegaba desde la Ciudad. Para estar seguro, George sin duda trajo su propia marca de emoción fuera del país. Especialmente la última vez.
—¿Aún estás escandalizada por mi pequeña ubicación de maldad con la chica de la taberna?
A pesar de que había tenido la decencia de al menos parecer avergonzado, la alegre chispa en sus ojos traicionaba el hecho de que aun pensaba que era divertido.
Grace no sonrió.
—Marriane no está con niños, si eso es lo que está preguntando, —respondió ella con frialdad—. Como mínimo está eso.
—¡Ah! Qué alivio.
Ella crujió los dientes, conmocionada por su despreocupación. El mimado señorito no tenía ni idea del molesto rasguño por la existencia que la pobre y endurecida Marianne había dejado en Londres, intentando, con la ayuda de los Kenwoods, crear una nueva vida para sí misma en el pacifico refugio de su pueblo rural.
George ni siquiera era consciente del daño que había causado en todo el progreso de Marianne, agitándo más dinero por debajo de la nariz que una antigua paloma sucia no podría resistir.
—Y, esto, ¿qué hay de la Señorita Windlesham? —Preguntó él cautelosamente después de un momento de duda—. ¿Todavía me odia? Como puedes ver, rechazo la invitación a nuestra fiesta de esta noche.
—¿Puede culparla? —argumentó Grace con sorpresa.
De regreso a casa, la Honorable Señorita Calpurnia Windleshman era la falsa belleza del condado y tenía todo menos la estima de George como su futuro marido.
Él frunció el ceño.
—¡Callie no me pertenece, lo sabes! Ni su madre, nadie, —dijo con vehemencia—. ¡Informales de que dije eso, Grace! Especialmente a Lady Windlesham. Esa maldita mujer prácticamente ya está eligiendo las cortinas para cuando su hija sea la señora de Lievedon Hall.
Grace sacudió la cabeza y se recostó contra la pared.
—Voy a pasar la noche fuera.
Una minimez comparada con la de Lady Windlesham ante su propio riesgo.
—¡Pero Grace, no puedes abandonarme! Sabes que soy un desastre con mis propios recursos.
—¿Por qué no habla con Papa?
—¿Preguntarle a un cura sobre mi flirteo con una fulana? —Susurró—. ¡Imposible! ¿Qué pensará de mí?
—Antigua fulana, —corrigió ella.
—Eres mi única esperanza, Grace. Eres mi ángel guía…
—¿Está borracho? —Preguntó, meramente para probar su sinceridad.
Él ignoró la pregunta.
—Tienes que ayudarme con Calpurnia. ¡Resuelves los problemas de otras personas, Grace! Vamos, sabes que lo haces. ¡Ese es tu rol designado en la vida y en el pueblo, todos lo saben! Rev no sería capaz de encontrar las notas de su sermón si no fuera por ti. ¡Incluso los cultivos probablemente también olvidarían crecer si no se lo recordases!
—En realidad éste años no van a crecer, por si no lo ha notado, —dijo ella secamente—. Debería ver mi pobre jardín.
La explosión de algún enorme volcán al otro lado del globo terráqueo había asaltado la tierra este verano, y el frio estaba destrozando los cultivos. Congelados y nevados durante la Estación, granizados de forma extraña y los cielos estaban de extraños amarillos.
En lugar del atractivo de un agradable balsámico resorte británico, estaba gris y húmedo, frio y lúgubre.
Algunas personas estaban comenzando a preguntar si el final del mundo estaba cerca.
El extraño cambio del tiempo hacía todo más cruel, con la guerra finalizando. En vez de un lugar agradable, ahora se enfrentaban a un persistente espectro de hambruna, al menos entre la gente más común.
Habían reportes de disturbios debido a las escaseces de comida en Inglaterra, y ciertamente, en toda Europa. Tal privación parecía un mundo distante de la fiesta de Lord Lievedon, pero como la hija de un pastor que también sirvió como Supervisor de la Pobreza en los pueblos locales, las enfermedades en la tierra se habían convertido en un problema personal para ella y su padre.
Grace ni siquiera quería pensar en cómo iban a estar los precios del maíz este invierno. No con todas las bocas a las que la parroquia tenía que alimentar.
—Bueno, al menos estoy justamente seguro de que el sangriento volcán no fue mi culpa, —murmuró George.
—El lenguaje, George, por favor.
—Lo siento.
Grace le dio una mirada austera pero cedió.
—Muy bien. Diré a Calpurnia que usted preguntó por ella.
Él la agarró de la mano y la besó.
—¿Ves? ¡Es un ángel! —Pero entonces continuó, ya que nunca había sabido cuando callar—. En cuanto a Callie, bueno, si quiere mi opinión, esa chica necesita aprender a controlar su temperamento.
—¿Es eso?
—Ir con tal ira por un poco de diversión con una muchacha de taberna? Su vanidad, ese es el problema. ¡Demasiado orgullo! Calpurnia Windlesham cree que es el regalo de Dios para los hombres, pero tiene que llegar al campanario si cree que puede decirme a mí que hacer. ¡Ni siquiera estamos prometidos aun!
Grace lo miró en un tranquilo silencio mientras despotricaba.
—Es muy guapa, te concedo eso, pero la charla es ridículamente consentida y sí, veo la ironía al decir eso. No necesitas recalcarlo.
—No soñaría con eso, chaval.
—Deberías advertirle que si continúa con esto –manteniendo una resistencia, apartándose de su camino para intentar herirme con todas sus crueles intenciones– va a perder su oportunidad, —advirtió él—. Podría chasquear los dedos y tener a diez mejores que ella al final de la noche.  
—Aunque aquí está perdiendo el tiempo al hablar con una vieja mujer pasada a la moda como yo, —bromeó Grace en tono bajo—. De cualquier manera, ¿qué ocurrió con todas sus habituales admiradoras?
—Han encontrado un nuevo ídolo.
—Oh, pobre de usted, cosa abandonada.
—Para nada. Míralo, pobre sangrador. —George asintió a través de la fiesta en diversión. Siguiendo su mirada, Grace vio una multitud de mujeres doblando el dobladillo de sus vestidos ante algún hombre al otro lado de la habitación—. Hasta en los ojos de las madres casamenteras, y de las aburridas esposas de la sociedad a la caza de un poco del rufián, apuesto.
—¡George! No debe decir tales cosas en frente de mi.
Él bufó.
—Es la verdad.
Solo la parte superior de la cabeza del hombre, un destello de pelo oscuro, podía ser visto sobre las emplumadas plumas adornando los peinados delas enjoyadas mujeres.
—¿Quién es aquel por el que todas se han interesado?
—Lord Trevor Montgomery, —respondió George con un irónico y conocedor levantamiento de cejas—. Sí, no tenemos menos celebridades que para que los agentes de La Orden estén aquí, esta noche en nuestro humilde hogar. ¿Estás impresionada?

Grace frunció el ceño y le miró en cuestión.


Fin de Adelanto.

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