lunes, 18 de octubre de 2010

La Emperatriz De Los Etéreos

La Emperatriz De Los Etéreos


—Oh, sí, no lo dudes —respondió Aer muy serio—. Remordimientos y otras cosas que no había experimentado antes. Por ejemplo, hay algo que me muero por hacer.
Bipa puso los ojos en blanco.

—¿Otra de tus geniales ideas? Pues mira, yo ya he te­nido bastante. Si quieres hacer experimentos, te las ten­drás que arreglar solo, porque yo no pienso volver a me­terme en líos por tu culpa.
Aer hizo una mueca de decepción.
—Pues es una lástima —aseguró—, porque sin ti no será ni la mitad de interesante.
Y la besó sin previo aviso.

Bipa no cree en los cuentos de hadas. No le interesa nada más allá de las cuevas donde vive su gente. En cambio, su amigo Aer, el hijo del extranjero, parece que cada vez se aleja más de la realidad y va dejándose absorber por el brillo de la estrella azul... donde dicen que vive la Emperatriz de los Etéreos. ¿Por qué quiere partir si en el exterior sólo hay hielo y, al parecer, lo único que se encuentra es la muerte?



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