domingo, 18 de noviembre de 2012

Mi Despiadado Príncipe. Capítulo 1 Parte 1

Aquí os dejo una parte del primer capítulo de Mi Despiadado Príncipe. El capítulo entero lo colgaré en el foro cuando lo termine de traducir

Capítulo 1.
Traducido por Katiliz94

Los Alpes Bávaros, 1816Cuando otra bala zumbo pasando por su hombro, ella giro con rapidez tras el elevado árbol más cercano. 

¡Estas tan desquiciada como él al venir aquí!, pensó. Pero ¿qué opción había tenido? Era la última amiga que él había tenido en el mundo, y si no le ayudaba, nadie lo haría.

Todo a su alrededor, el bosque Alpino lleno de disparos y de ira, con ordenes gritadas por los guardias vestidos de negro que habían salido con prisa del castillo Waldfort al momento en el que ella había sido detectada. Con la espalda en el tronco del árbol y el pecho levantado, Emily Harper espero a la siguiente oportunidad para correr.

Había estado rastreando con esfuerzo durante semanas desde una distancia precavida, pero cuando él había llegado desapareció en la fortaleza de una siniestra montaña, no había nada que ella hubiera sido capaz de hacer a pesar de que se movió furtivamente a través del bosque y trato de vislumbrarle, intentando descifrar como alejarle.

Pero entonces uno de los centinelas había reparado en ella, y sus esfuerzos por rescatar a Drake habían sido interrumpidos.

¡Ahora! Avanzando la marcha, se lanzó por el sendero de los ciervos una vez más, su capa de lana marrón flotando tras ella, su arco y el carcaj de flechas golpeando su espalda con cada zancada.
Los mangos dorados de la luz del sol penetraron en la oscuridad del verdoso bosque tal como las lanzas de los ángeles, mostrándole el camino. Su práctica mirada escudriño cada siguiente paso sobre el áspero y anguloso suelo. La ladera era brusca –apenas se deslizo- pero se volvió ligeramente, dejándose caer en un ágil deslizamiento, luego salto a una gruesa y retorcida raíz de un árbol, tras lo cual se agarro una piedra como una mano huesuda, y corrió.

Estaban ganándola.

El salvaje golpeteo de su pulso palpitaba en sus oídos, pero sus huellas se sentían silenciosas sobre la espesa capa de agujas de pino que suavizaron el suelo del bosque.

No se había detenido a contar cuantos de los mercenarios estaban persiguiéndola, algunos a pie, algunos a caballo.

Algunos con perros. 

Pero si había alguna duda de que la conspiración de la elite de los Prometeos era real, la presencia de su personal era muy convincente.

Tan pronto como su presencia había sido detectada, las fuerzas de seguridad habían venido saliendo desde detrás de las murallas del remoto castillo de Bavarian donde una reunión secreta de algunos de los más ricos y poderosos hombres de Europa estaba en marcha.

Si no estaban haciendo alguna cosa nefasta, ¿entonces por qué necesitaban a toda la armada de guardias manteniendo alejadas a las personas?

Personalmente Emily no se preocupaba de los retorcidos y nuevos planes de tiranía que los ocultos conspiradores de alto linaje estaban soñando en su interminable búsqueda de poder. Ella había vuelto solo por una razón: llevar a Drake a casa.

El no pertenecía aqui, no importa lo que dijese, e incluso si esos asesinos a sueldo la conducian todo el camino de regreso abajo a la montaña, se juro que se limitaría a subirla de nuevo. Se negó a abandonar, se negó a renunciar a él. Su amando lunático la necesitaba –tanto si lo supiese o no. 
Costara lo que costara, no se iría sin el. El no la había abandonado en su más oscura hora, y había llegado el momento de devolverle el favor. 

Drake estaba en más problemas de lo que el sabía. Nunca se preocupó por sus enemigos —incluso ahora sus amigos querían matarle.

—¡Allí! ¡Allí esta!

—¡Ahí! 


Colgarla. Una mueca apareció en su cara mientras otro proyectil volaba sobre su cabeza, mordiendo la corteza del árbol delantero.

La habían visto.

Con una mirada enfadada sobre su hombro, se escondió detrás de un viejo olmo al lado del camino de delante, encogiendo su arco en su hombro. Sus manos suavemente colocaron una flecha, como si con una les alcanzaría.

Mientras esperaba su momento, su memoria se lleno con imágenes de las horas de interminables juegos de esconder y buscar a los que ella y Drake solían jugar como los niños en la finca de su familia.

Habían corrido como silvestres salvajes a través del boscoso parque de la Mansión Westwood de regreso a casa: el travieso heredero del conde y la indomable hija de un leñador.

Estas grandes rivalidades les habían conducido a competir, intentando descaradamente embravecerse cada uno en sus pequeñas aventuras compartidas, sus hazañas de intrepidez, balanceándose desde los arboles, usando troncos caídos como puentes sobre el profundo barranco donde el arroyo corría a través de las extensas superficies de acre del conde. Quien podía saltar mejor una piedra, quien podía tirar un palo más lejos, como una lanza. Ponían trampas a los conejos, pero luego eran demasiado bondadosos para entregar sus premios a la cocinera. Habían dejado ir a los conejos y se habían entretenido muchas tarde de verano cazando ranas.

Pero luego, el Buscador había venido, ese impotente, taciturno Scot llamado Virgil, y Drake había estado buscando a la Orden de St. Michael el Arcangel. Sus padres habían aceptado este secreto deber estableció sobre sus lineas sanguineas, siglos atras por los caballeros de las Cruzadas, sobre sus descendientes. Con sus bendiciones, el pronto se había marchado a ese misterioso colegio de estilo militar en Escocia, alardeando ante ella de que un día, llegaría a ser el mejor guerrero de la Orden.

Ella le había golpeado en la espinilla por alardear en ese momento, después su corazón había llorado cuando al día siguiente se fue, y ahí no había habido nadie para jugar con excepción de la extraña colección de animales salvajes heridos a los que había cuidado hasta sanar y que gradualmente se convirtieron en mascotas.

Pasado el tiempo se acostumbro a estar sola, mientras Drake se aproximaba constantemente hacia su meta. Pronto, el pendenciero, chico de pelo negro se había convertido en un joven increiblemente hermoso, que ya no podía decirle donde iba cada vez que la Orden le enviaba fuera en una de esas largas y peligrosas misiones.

Y luego, el último año, en uno de los días más oscuros de su vida, recibieron una nota de la Orden de que había desaparecido.

Emily presiono su espalda contra el amplio tronco del árbol, escuchándo avanzar a sus perseguidores.
Quizás debería dejar que me atrapen.La llevarían al castillo, más cerca de Drake. Pero rechazó la idea en el siguiente latido.

Demasiado arriesgado. No era una señorita, y los furiosos enemigos masculinos como estos eran conocidos por hacer un tosco uso de las mujeres plebeyas. 

Gustosamente daría su vida por Drake, pero no a un perro Prometeo que alguna vez tomaría su honor.

A medida que sus perseguidores avanzaban, acercándose más a través de los árboles, Emily disparó su fleca más lejos de ellos en el bosque: se desoriento. 

Inmediatamente, corrió en dirección al sonido. Cogio otra flecha y disparo una segunda por si acaso. Los guardias se apresuraron a localizar la fuente del ruido. Tan pronto como se fueron, colgo su arco sobre su hombro otra vez y se marcho por la otra dirección.

Más adelante, la luz del sol brillo en el río de la montaña donde había llenado su cantimplora con anterioridad. Salto de roca en roca para cruzarlo, pero cuando de repente escucho a más hombres viniendo, sabía que había llegado el momento de esconderse.

Su mirada se centro en una pequeña cueva en miniatura, un mero hueco entre los estratos de la roca, probablemente la guarida de un zorro. Mirando arriba, vio que la construcción era bastante pequeña para caber en la estrecha apertura –y estaba lo bastante desesperada para intentarlo.

Rápida como una gato, corrio hacia la estrecha orilla del arroyo de cristal. Era solo una franja de fangosa tierra y unas pocas piedras apiladas antes de inclinarse ante unas rocas apiladas frente a ellas que corcheaban la ruidosa pequeña cascada en ambos lados.

Emily escalo. Su corazón estaba latiendo con fuerza, pero de alguna manera estaba manteniendo el miedo a raya. Aún así, morir en ese bosque tan lejos de casa era posibiblemente lo mejor que estaba dispuesta a admitir, y la perspectiva de ser atrapada y usada para el cruel deporte de los mercenarios extranjeros no era mucho mejor.

Se levanto hasta el borde de la pequeña cueva y miró en ella. Afortunadamente nadie estaba en casa, pero las redondeadas huellas en la tierra confirmaron que en otro tiempo había sido la morada algún animal.

Emily salto a la superficie de roca y rodo en la madriguera, oculta por la oscuridad. Puso la capa a su alrededor; la tonalidad marró grisaceo se mezclo con la piedras.

—¡El vino por este camino, Capitan!

Se sonrió a si misma en su escondite. Por supuesto, asumirían que estaban siguiendo a un hombre, hubiesen o no visto su atuendo juvenil. Pero era mejor asi, ya que significaba que no tenían una clara mirada de su cara.
—¡Seguid moviendoos! —una fuerte voz Inglesa replicó.

Los ojos de Emily se agrandaron y contuvo el aliento; conocía esa profunda y poco aspera voz como el sonido de sus propios latidos.

—Ir por ese camino, —añadió Drake, repitiendo la orden en Francés y Alemán a los otros. —Miraré por aquí.

El lo tenía que saber. Tenía que saber que era ella. Con seguridad, la había sentido en su alma a través del vínvulo casi misticos que habían compartido desde la infancia.

Con el corazón desbocado, se mordió el labio contra una enloquecida sonrisa ante su proximidad. ¡Al fin! Esto era por lo que había estado rezando, una oportunidad para hablar con el.
Devolverle a sus sentidos. Llevarle a casa como a uno de los animales salvajes heridos. No sabía lo que estaba haciendo, viniendo aqui.
Espero a que el otro hombre se fuera,alegría y alivio brotaron en ella a pesar de la última vez que había visto a Drake, el canalla que había puesto un cuchillo en su garganta y la utilizó como rehen para que pudiese escapar.

Por supuesto, el nunca le haría daño, se aseguró a si misma.

No importaba lo mucho que los Prometeos podían haber marcado su cuerpo y dañado su mente, incluso al perder gran parte de sus recuerdos con los abusos durante los meses que le habían mantenido en esa mazmorra –no importaba lo mucho que su maldad le había cambiado- aún era Drake.

Y en su corazón, el todavía era su mejor amigo, a pesar de que era estupido pensar eso desde que era un Conde, y ella no era nadie en particular.

Podía escuchar a los otros retirandose hacia el bosque para continuar la busqueda del intruso. Cerca de allí, no había sonidos sobre el rápido murmullo del arroyo de la montaña. Ni siquiera los pajaros llamaban, ahuyentados por los disparos.




No hay comentarios:

Publicar un comentario