miércoles, 26 de diciembre de 2012

Ember (Death Collectors #1) (Adelanto)

Chicas, ya esta semana subo el pdf de nuestro nuevo proyecto terminado. Y  aquí os dejo un adelanto:



Prólogo

Traducido por MewHiine ♥
Corregido por Edgli


—Emmy, ¿puedes pasarme ésa llave Allen ? —Mi papá saca su mano de debajo de la Challenger . 

Empujo el bote de los tornillos y monedas fuera de mi camino y cojo la llave de la caja de herramientas. Salto alrededor de la aleta tirada en el suelo y la pongo en la mano de mi padre. 

— ¿Aún no está arreglado?

Sus piernas se mueven mientras se escabulle debajo del coche. 

—Paciencia Emmy. Estas cosas toman su tiempo. 

— ¿Cómo cuanto tiempo? ¿Una hora? —le pregunto con impaciencia. —Papá, quiero que lo conduzcas realmente rápido. Y también quiero estar ahí dentro.

Mi padre se ríe. 

—Está bien, podemos hacer eso. 

— ¿Lo prometes? —le digo. — ¿Cruzas tu corazón?

Se ríe de nuevo y deja caer la llave al suelo. 

—Sí, cruzo mi corazón y espero a morir.

Mis ojos se pierden en la esquina del garaje cuando vuelvo hacia los frascos de tornillos y de las monedas. Escojo los peniques uno por uno y los organizo en grupos sobre el concreto. El metal tintinea con cada moneda que cae. Tarareo junto con la canción de la radio, una canción sobre la muerte y la aceptación de la misma. Me pregunto si podría estar hablando sobre mi amigo el que está en la esquina del garaje, el que siempre me mira y me sigue a dónde quiera que vaya. Lleva una graciosa capa como la de un superhéroe que con una capucha en la cabeza. Su rostro siempre está oculto, pero apuesto a que su piel está hecha de arcoíris y de luz. 

Él respira una advertencia sobre las monedas y el mapa que yo supuestamente estoy creando. 

— ¿No lo hago bien? — empujo un centavo. —Se ve bien para mí.

Mi padre saca su cabeza de debajo del coche. Hay manchas de grasa en su cara y una capa de virutas de metal en su negro pelo. 

—Emmy, ¿A quién le estás hablando? 

Sigo tarareando la canción que se escucha desde la radio del coche. 

—A nadie —miento, porque no se me permite hablar de mi amigo imaginario con nadie… esas eran sus reglas. Incluso crucé mi corazón y espero morir introduciendo una aguja en mi ojo. Y la última cosa que quiero hacer es introducir una aguja en mi ojo. 

—Mi padre sale de debajo del coche y se limpia las grasientas manos en la parte delantera de sus pantalones rasgados. 

—Hey, Emmy, ¿quieres ir a comer algo? —Se asoma por encima de mi hombro hacia el cementerio que he creado. 

Cada moneda representa un cuerpo enterrado. 

—Estoy jugando un juego. —le respondo. 

Su aliento se engancha.

— ¡Deja de hacer eso! —esparce las piezas con sus botas y me coloca encima de sus hombros. Me agarra con fuerza mientras me lleva hasta el maletero del coche y me sienta con mis piernas colgando fuera del borde. 

— ¿Quién te dijo que hicieras eso con las monedas? —La rabia en sus ojos es aterradora. 

—No lo sé —. Intento retorcerme en los brazos de mi padre. —Papi, me estás haciendo daño.

Sus ojos se agrandan cuando mira hacia sus brazos, cómo si no se hubiera dado cuenta de que estaba sosteniendo los míos. 

—Emmy, esto es muy importante —afloja su agarre. — ¿Quién te dijo que hicieras eso?

Desvío mis ojos hacia mi amigo en la esquina. —No se supone que yo te lo diga.

—Ember Rose Edwards —. Él sólo usa mi nombre completo cuando está hablando en serio. —Me lo dices ahora mismo o de lo contrario no voy a dejar que montes en el coche conmigo. ¿Lo entiendes?

Cruzo mis brazos. —Está bien. Mi amigo imaginario me dijo que lo hiciera. 

Mi amigo me mira y me da miedo de que me vaya a dejar. Por favor, no me dejes. Por favor, no me dejes. 

Mi papá sigue mi línea de visión y una chispa de su muerte aparece a través de su contacto… oscuridad. Me estremezco cuando se gira hacia mí con una severa mirada en su rostro. 

—Emmy, tienes que ignorarlo, ¿de acuerdo? —dice, sus grises ojos ablandándose. —No puedes tener amigos imaginarios… la gente pensará que estás loca. Y no podemos permitir que la gente piense eso.

—Pero yo no quiero que se vaya. 

—Bueno, él tiene que hacerlo. Es hora de que se vaya. ¿Lo entiendes? Nada de amigos imaginarios. Jamás. 

—Bien... vete, amigo. — Las lágrimas pican en las esquinas de mis ojos cuando mi amigo se disipa en el aire. —No es justo.

—La vida no es justa —, mi padre lo dice mientras me ayuda a bajar de la cajuela. —Y cuanto antes te des cuenta de eso, la vida será más fácil.

Enfurruñada vuelvo a ir hacia el frasco y empiezo a recoger el desorden, arrojando las monedas y tornillos dentro del tarro. 

—Y Emmy —, mi padre se empuja otra vez debajo del coche, —si él vuelve, tienes que decirle que se vaya. 

—Está bien —. Frunciendo el ceño, dejo caer las monedas en el frasco. Una vez mi papá está de vuelta con el coche, me atrevo a mirar hacia la vacía esquina, con la secreta esperanza de que mi amigo estará de regreso. Pero él ya no está y el corazón me duele. Él es la única persona que he conocido que entiende la muerte como yo.




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