Capítulo 2.
Traducido por Katiliz94
Había muchos
guardias, determino Emily manteniendo los ojos abiertos y la boca
cerrada hasta que tuviese una mejor idea sobre lo que iba a hacer por
los alrededores, y donde estaba en realidad la lealtad de Drake en
ese momento.
El Castillo de
Waldford se cernía por delante, con bultos de piedras elevándose
entre los árboles. La enorme huella en la terrenosa montaña formaba
un cuadrilátero irregular con puntiagudas torres en las esquinas
irregulares.
Los oscuros
tejados grises cubrían las desgastadas paredes labradas de
resistentes y doradas piedras. Había una torre central que era de
forma cuadricular hasta la mitad de su longitud, pero una segunda
capa cilindrica se extendía en lo alto incluso más allá del cielo.
Algunas estrechas ventanas con parteluz del torreón estaban
iluminadas por el sol.
Debajo del
castillo, el verde bosque se abrazaba a las paredes; detrás de el,
las blancas montañas, y sobre ellas, los cielos azules. No parecía
del todo un lugar donde podrían suceder cosas siniestras.
Pero las
apariencias podían engañar.
Mientras se
aproximaban a la puerta de entrada, Emily notó el escudo de armas
grabado en lo alto de la cupula de cañón de la entrada ante la
fortaleza erizada. Los pelos de su nuca se erizaron cuando vio el
símbolo de la antorcha en el centro de la cresta -la insignia
favorita de los Prometeos, como Drake le había dicho hace tiempo.
Su corazón
latía con fuerza mientras caminaba junto a él por debajo del
pórtico con púas y atravesaba la enorme apertura protegida con las
paredes exteriores del castillo.
Una vez dentro
de las murallas, pasaron por una puerta más pequeña dentro de otra
muralla defensiva.
Emily
mantuvo la cabeza en alto a pesar de que su estomago estaba en nudos
La presencia de Drake a su lado le ayudaba a mantener una fachada de
confidencialidad, pero en ese momento, incluso el parecía un
extraño.
Quizá
todo esto había sido una muy mala idea. Pero era demasiado tarde
para echarse atrás mientras era escoltada hasta un patio porticado
en el corazón de la poderosa fortaleza.
Drake
mantuvo una mano firme en la parte baja de su espalda. Pero con los
otros guardias alrededor de ellos, todavía evitaba el contacto
visual con ella, mirando directamente hacia delante, con la barbilla
en alto. Algo relacionado con el conjunto de sus amplios hombros la
advirtió que estaba preparado para luchar si hacia falta. Dios.
La ultima cosa que él necesitaba por el bien de su cordura era
participar en más violencia En el corazón de la fortaleza de os
Prometeos, sin embargo, con los guardias en cada lado de ellos, se
dio cuenta de que lo que había dicho antes era verdad... un
movimiento en falso, y ambos podrían morir.
¿En
qué demonios estaba pensando el, al venir a la guarida del león de
esta manera? ¿Por qué siquiera le aceptarían?
¿Cómo
de lejos había llegado para ganar su confianza?
―Este
camino, ―le urgió el, acompañándola a través del patio
interior, con una mano firme presionando contra su espalda.
Muchos
de los guardias se separaron de ellos allí, dividiéndose para
regresar a sus diversos puestos. Jacques y los otros dos les
escoltaron dentro del propio castillo.
Tan
pronto como pusieron un pie dentro, Emily titubeó, sorprendida ante
una súbita sensación indescriptible -con temor, sin palabras- como
si hubiese terminado de caminar por una invisible muro de maldad al
entrar en ese lugar.
La
piel de gallina se erizó en sus brazos ante la misteriosa atmósfera
dentro del castillo, el extraño y débil olor en el aire.
El
olor de la muerte, corrupción...
―Ven
conmigo, ―murmuró Drake.
Si
el notaba su instintiva repulsión, como un caballo poniendo
obstaculos ante una carretera donde acechaba un peligro que el jinete
no podía ver, no dio señal.
Se
dijo que estaba siendo tonta. La repentina caída de temperatura era
el mero resultado de haber pasado por la sombra más fría del
edificio.
Sin
embargo, los bondadosos campesinos alemanes en las granjas
periféricas habían advertido que ella no había estado aquí cuando
se había detenido para comprar provisiones y pedir información.
Solo había elegido unas palabras básicas en su lengua a lo largo
del día, pero por sus gestos, sus precipitados signos de la Cruz, y
el temblor sombrío de sus cabezas, fue consciente de que los
lugareños consideraban que se trataba del maldito Castillo Waldfort.
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