Después de todo, había sido establecido que el salvaje pícaro miembro del Club Infierno, Lord Westwood, estaría encantado de coquetear con cualquier mujer de Inglaterra.
Excepto con ella
Ella resopló y aparto la mirada, sonrojándose. La mitad de ella quería estrangularlo por frustrar su plan perfectamente sensible para sacarlo de aquí, mientras que la otra mitad quería que esos espectadores les dejasen a los dos para que terminasen el juego que habían acabado de empezar, justo aquí en el suave suelo del bosque.
Su pulso se aceleró mientras la sostenía contra su musculoso cuerpo. No era extraño que los hombres aparentasen creer su farsa.
Podía sentir el corazón de Drake golpeando en respuesta a ella, también, y las espesantes olas de sus regiones inferiores contra su ombligo.
―Estaba comenzando a pensar que no le gustaban las mujeres, ―murmuró uno de los soldados.
―No, solo le gustan las mujeres fuertes, ―lanzó Emily con una descarada mirada hacia un lado. ―De cualquier manera, métete en tus propios asuntos. No vine aquí por ti.
―¡Aja! ¡Te lo dijo!
Los hombres se rieron a carcajadas ante su impertinencia.
―Ojala, ―opinó otro en voz baja.
Ella les despidió con un majestuoso movimiento de cabeza mientras Drake la observaba con un sonrisa serena. Volvió toda su atención a el, deslizando sus manos por su pecho en una juguetona reprimenda.
―En cuanto a usted, señor, si no me quiere aquí, debería haber sido más convincente en su despedida. Por lo que recuerdo, fue a medias.
Drake sonrió lentamente y capturo su barbilla, levantando hasta su cara.
―Bueno, estás aquí ahora, pequeña descarada atrevida, por lo que también podrías venir. Estoy seguro de que puedo encontrar unos pocos usos para ti cuando este fuera de servicio.
―¿Qué pretende hacer con ella, Capitán? ―degrado el hombre bajo en tono serio.
―Buen Dios, Jacques, usa tu imaginación, ―replicó con una burla. ― Y tu te haces llamar un Hombre Francés.
Los otros rieron.
―Eso no es lo que quise decir, como bien sabéis, ―respondió Jacques inmediatamente. ―¿Qué va a decir Falkirk sobre esto?
Drake se encogió de hombros, deslizando cómodamente el brazo una vez más alrededor de la cintura de Emily mientras inspeccionaba sus curvas más de cerca.
―Probablemente nada. Sean los que sean mis servicios personales no son del interés del Consejo.
―Bueno, harías mejor preguntando. Él es el único que nos paga, no tu.
―Cierto. Pero soy el único que os contrata miseros bastardos. Y puedo deshacerme fácilmente de vosotros, no lo olvidéis. Falkirk no me hubiera hecho jefe de su seguridad si no confiase en mi discreción. Además, no será ningún problema, ¿verdad, bombón? ―Con una indulgente media sonrisa, golpeó cuidadosamente su nariz. ―¿Prometes ser una chica buena por mi?
Emily dio una sonrisa obligada, pero la mirada en sus ojos tenía un brillo. Ahora estás tentando a la suerte.
―Sí, milord.
―¿Veís? Es muy obediente. ―la incitaba deliberadamente.
Solo espera.
―Permanecerá fuera de nuestro camino, así que no le deis importancia. Compartirá mi habitación, ―agregó Drake. ―De esa manera estará cerca de mi mano cada vez que la necesite.
Su pulso se aceleró ante la ardiente promesa en sus ojos.
Pero entonces, uno de los soldados más jóvenes cometió el erro de hacer una broma inoportuna.
―Eh, tengo una pocas tareas en mente que la moza podría hacer por mi cuando hayas acabado con ella, Capitán.
―Ja, ¿por qué no la pasas entre todos cuando termines? ―un alto y fornido alemán retumbó con una sonrisa.
Drake lentamente se volvió hacia los mercenarios al momento que todo el humor se desvanecía de sus fríos ojos.
―¿Qué has dicho?
El joven e irresponsable francés comenzó a repetirse, pero el mayor y curtido Jacques alzó el brazo.
―Callate, Gustave.
Gustave miró confuso.
―¿Qué? Ah, vamos, es solo una sirvienta.
―Mi sirvienta. ― Drake les dijo algo en francés que inmediatamente silenció los chistes y marchitó las lobunas sonrisas.
Emily no entendió las palabras, pero los mortiferos gruñidos de Drake eran los del macho dominante de una manada advirtiendo a sus subordinados de alejarse de un premiado trozo de carne. Su tono de voz igualó la erizante tensión en su cuerpo, y su mano se dirigió hacia el arma que tenía en un lado, como si estuviese lo bastante preparado para respaldar la reprimenda verbal con cierto grado de violencia si era necesario.
Ella también se puso tensa, más bien asustada. Bajo la cabeza.
―¿Entendeis ? ―ladró.
Mascullarón los hombres en señal de asentimiento, reduciendo la acusación.
―Bien. ―Volvió al Ingles para que ella pudiese entenderlo también, y mantuvo su brazo alrededor de sus hombros en una visible declaración de protección y aparente propiedad. ―Entonces regresad al castillo. Volveda vuestros puestos y permaneced alerta. La próxima vez, no será una falsa alarma.
Los escarmentado hombres murmuraron su acuerdo, siguiendo al segundo comando de Jacques, fuera del bosque.
Furtivamente, Emily envió a su fiero protector una ansiosa mirada. Todavía estaba en una erizante posición mientras el les observaba caminar hacia el frente, de hecho, estaba observando cada movimiento que daban.
Cuando se relajo un poco, bajo la mirada a ella con una pregunta en sus oscuros ojos. ¿Estás bien?
Asintió, pero después miró a la fortaleza con dolor. Al castillo, ¿de verdad? ¿Debemos hacerlo?
Solo tienes que agradecérmelo, respondió con su oscura sonrisa, pero sus ojos eran sombríos.
―Vamos. ―Mantuvo el brazo cubriendo sus hombros, haciendo hincapié en su proclamada propiedad ante los otros soldados, quienes les alcanzaron mientras regresaban por el polvoriento camino de la montaña.
Mirando a todos los armados mercenarios acobardados por Drake, Emily no vio otra opción que seguir con la farsa. Claramente él era todo lo que se interponía entre ella y un destino atroz.
Tal vez deberías haber pensado en eso antes, reprendió a sus emociones en un enfadado tumulto ante ese inesperado giro de eventos. Estaba furiosa con él por frustrar su plan de rescate, y, además de eso, su orgullo aún dolía por el brusco recordatorio de su bajo estatus.
Bueno, podía ser una sirvienta, pero no era nada mas que... la muchacha. Que deprimente, que después de una larga vida de soñar despierta, su ídolo solo la había besado por aras de una treta.
Su frustración aumentaba con cada paso que daban por la sinuosa carretera hacia la fortaleza de los Prometeos. ¡Maldita sea, no se suponía que tenía que suceder esto! No le había seguido durante cientos de kilometros y cruzado los Alpes solo para unirse al demente en cualquier juego al que estuviese jugando. Si es que era un juego.
Un escalofrió recorrió su espina dorsal ante la oscura posibilidad, la única que había estado negándose a considerar.
Quizá no había venido por venganza.
El terror se apodero de ella ante esa idea, pero no podía ser posible que el viejo James Falkirk realmente había logrado transformarle, ¿cómo es que los agentes temían a Drake?
Después de todos los años que Drake había sido devoto a la Orden, parecía completamente contrario a entrar en razón. Pero la mente era una cosa misteriosa, y por un momento, el herido Conde de Westwood había olvidado todo, incluso quien era.
Si los Prometeos podían hacerle eso, ¿por qué no podían persuadirle para renunciar a su antigua vida y unirse a ellos en la oscura secta?
Tal vez los meses de tortura le habían marcado tan profundamente por dentro que el Drake que conoció y amó realmente se fue, reemplazado por otra persona, ya que había intentado advertirle de regresar a Inglaterra. Un esclavo sin mente con todos las capacidades de un agente superior de la Orden. Alguien dispuesto a hacer la voluntad del enemigo sin dudar. Alguien malvado.
Emily le miró de reojo... y se lo pregunto.
Fin del capítulo 1
Excepto con ella
Ella resopló y aparto la mirada, sonrojándose. La mitad de ella quería estrangularlo por frustrar su plan perfectamente sensible para sacarlo de aquí, mientras que la otra mitad quería que esos espectadores les dejasen a los dos para que terminasen el juego que habían acabado de empezar, justo aquí en el suave suelo del bosque.
Su pulso se aceleró mientras la sostenía contra su musculoso cuerpo. No era extraño que los hombres aparentasen creer su farsa.
Podía sentir el corazón de Drake golpeando en respuesta a ella, también, y las espesantes olas de sus regiones inferiores contra su ombligo.
―Estaba comenzando a pensar que no le gustaban las mujeres, ―murmuró uno de los soldados.
―No, solo le gustan las mujeres fuertes, ―lanzó Emily con una descarada mirada hacia un lado. ―De cualquier manera, métete en tus propios asuntos. No vine aquí por ti.
―¡Aja! ¡Te lo dijo!
Los hombres se rieron a carcajadas ante su impertinencia.
―Ojala, ―opinó otro en voz baja.
Ella les despidió con un majestuoso movimiento de cabeza mientras Drake la observaba con un sonrisa serena. Volvió toda su atención a el, deslizando sus manos por su pecho en una juguetona reprimenda.
―En cuanto a usted, señor, si no me quiere aquí, debería haber sido más convincente en su despedida. Por lo que recuerdo, fue a medias.
Drake sonrió lentamente y capturo su barbilla, levantando hasta su cara.
―Bueno, estás aquí ahora, pequeña descarada atrevida, por lo que también podrías venir. Estoy seguro de que puedo encontrar unos pocos usos para ti cuando este fuera de servicio.
―¿Qué pretende hacer con ella, Capitán? ―degrado el hombre bajo en tono serio.
―Buen Dios, Jacques, usa tu imaginación, ―replicó con una burla. ― Y tu te haces llamar un Hombre Francés.
Los otros rieron.
―Eso no es lo que quise decir, como bien sabéis, ―respondió Jacques inmediatamente. ―¿Qué va a decir Falkirk sobre esto?
Drake se encogió de hombros, deslizando cómodamente el brazo una vez más alrededor de la cintura de Emily mientras inspeccionaba sus curvas más de cerca.
―Probablemente nada. Sean los que sean mis servicios personales no son del interés del Consejo.
―Bueno, harías mejor preguntando. Él es el único que nos paga, no tu.
―Cierto. Pero soy el único que os contrata miseros bastardos. Y puedo deshacerme fácilmente de vosotros, no lo olvidéis. Falkirk no me hubiera hecho jefe de su seguridad si no confiase en mi discreción. Además, no será ningún problema, ¿verdad, bombón? ―Con una indulgente media sonrisa, golpeó cuidadosamente su nariz. ―¿Prometes ser una chica buena por mi?
Emily dio una sonrisa obligada, pero la mirada en sus ojos tenía un brillo. Ahora estás tentando a la suerte.
―Sí, milord.
―¿Veís? Es muy obediente. ―la incitaba deliberadamente.
Solo espera.
―Permanecerá fuera de nuestro camino, así que no le deis importancia. Compartirá mi habitación, ―agregó Drake. ―De esa manera estará cerca de mi mano cada vez que la necesite.
Su pulso se aceleró ante la ardiente promesa en sus ojos.
Pero entonces, uno de los soldados más jóvenes cometió el erro de hacer una broma inoportuna.
―Eh, tengo una pocas tareas en mente que la moza podría hacer por mi cuando hayas acabado con ella, Capitán.
―Ja, ¿por qué no la pasas entre todos cuando termines? ―un alto y fornido alemán retumbó con una sonrisa.
Drake lentamente se volvió hacia los mercenarios al momento que todo el humor se desvanecía de sus fríos ojos.
―¿Qué has dicho?
El joven e irresponsable francés comenzó a repetirse, pero el mayor y curtido Jacques alzó el brazo.
―Callate, Gustave.
Gustave miró confuso.
―¿Qué? Ah, vamos, es solo una sirvienta.
―Mi sirvienta. ― Drake les dijo algo en francés que inmediatamente silenció los chistes y marchitó las lobunas sonrisas.
Emily no entendió las palabras, pero los mortiferos gruñidos de Drake eran los del macho dominante de una manada advirtiendo a sus subordinados de alejarse de un premiado trozo de carne. Su tono de voz igualó la erizante tensión en su cuerpo, y su mano se dirigió hacia el arma que tenía en un lado, como si estuviese lo bastante preparado para respaldar la reprimenda verbal con cierto grado de violencia si era necesario.
Ella también se puso tensa, más bien asustada. Bajo la cabeza.
―¿Entendeis ? ―ladró.
Mascullarón los hombres en señal de asentimiento, reduciendo la acusación.
―Bien. ―Volvió al Ingles para que ella pudiese entenderlo también, y mantuvo su brazo alrededor de sus hombros en una visible declaración de protección y aparente propiedad. ―Entonces regresad al castillo. Volveda vuestros puestos y permaneced alerta. La próxima vez, no será una falsa alarma.
Los escarmentado hombres murmuraron su acuerdo, siguiendo al segundo comando de Jacques, fuera del bosque.
Furtivamente, Emily envió a su fiero protector una ansiosa mirada. Todavía estaba en una erizante posición mientras el les observaba caminar hacia el frente, de hecho, estaba observando cada movimiento que daban.
Cuando se relajo un poco, bajo la mirada a ella con una pregunta en sus oscuros ojos. ¿Estás bien?
Asintió, pero después miró a la fortaleza con dolor. Al castillo, ¿de verdad? ¿Debemos hacerlo?
Solo tienes que agradecérmelo, respondió con su oscura sonrisa, pero sus ojos eran sombríos.
―Vamos. ―Mantuvo el brazo cubriendo sus hombros, haciendo hincapié en su proclamada propiedad ante los otros soldados, quienes les alcanzaron mientras regresaban por el polvoriento camino de la montaña.
Mirando a todos los armados mercenarios acobardados por Drake, Emily no vio otra opción que seguir con la farsa. Claramente él era todo lo que se interponía entre ella y un destino atroz.
Tal vez deberías haber pensado en eso antes, reprendió a sus emociones en un enfadado tumulto ante ese inesperado giro de eventos. Estaba furiosa con él por frustrar su plan de rescate, y, además de eso, su orgullo aún dolía por el brusco recordatorio de su bajo estatus.
Bueno, podía ser una sirvienta, pero no era nada mas que... la muchacha. Que deprimente, que después de una larga vida de soñar despierta, su ídolo solo la había besado por aras de una treta.
Su frustración aumentaba con cada paso que daban por la sinuosa carretera hacia la fortaleza de los Prometeos. ¡Maldita sea, no se suponía que tenía que suceder esto! No le había seguido durante cientos de kilometros y cruzado los Alpes solo para unirse al demente en cualquier juego al que estuviese jugando. Si es que era un juego.
Un escalofrió recorrió su espina dorsal ante la oscura posibilidad, la única que había estado negándose a considerar.
Quizá no había venido por venganza.
El terror se apodero de ella ante esa idea, pero no podía ser posible que el viejo James Falkirk realmente había logrado transformarle, ¿cómo es que los agentes temían a Drake?
Después de todos los años que Drake había sido devoto a la Orden, parecía completamente contrario a entrar en razón. Pero la mente era una cosa misteriosa, y por un momento, el herido Conde de Westwood había olvidado todo, incluso quien era.
Si los Prometeos podían hacerle eso, ¿por qué no podían persuadirle para renunciar a su antigua vida y unirse a ellos en la oscura secta?
Tal vez los meses de tortura le habían marcado tan profundamente por dentro que el Drake que conoció y amó realmente se fue, reemplazado por otra persona, ya que había intentado advertirle de regresar a Inglaterra. Un esclavo sin mente con todos las capacidades de un agente superior de la Orden. Alguien dispuesto a hacer la voluntad del enemigo sin dudar. Alguien malvado.
Emily le miró de reojo... y se lo pregunto.
Fin del capítulo 1
hola como estas?, queria saber si no tienes el libro completo para bajarlo. Gracias
ResponderEliminar¡Hola!
ResponderEliminarNo, no tengo el libro entero, he traducido hasta el capitulo 3 y estoy colgándolos en el foro. Aquí voy a tardar en subirlo, por lo que si quieres seguir la lectura bien te recomiendo que lo hagas desde el foro.
^^