martes, 13 de agosto de 2013

Capítulo 1 de Beta (Annex #1)

Capítulo 1 de Beta (Annex #1)

SOY YO LO QUE ELLA QUIERE COMPRAR. 
La elegante dama asegura que viene a la boutique resort buscando comprar una sudadera, pero no puede apartar los ojos de mí. Lleva un traje de seda de marfil adornado de diamantes perfectamente adaptado a su figura de reloj de arena, su luminoso rostro es perfecto a pesar de ser de mediana edad, y su pelo castaño cae en lustrosas olas por sus hombros. Sus delicadas manos tienen hecha la manicura, los dedos enjoyados con preciosas piedras. Parece como si un esteticista constantemente se cerniese sobre ella, asegurándose de que todos sus momentos fuesen estéticamente placenteros. Está flanqueada por dos guardaespaldas, altos, bronceados, y rubios, con cuerpo físico de constructores. Cada uno tiene una mirada de ojos fucsia y un tatuaje de flor de lis violeta en su sien derecha, al igual que yo. 
Los pálidos dedos rosas de la elegante dama revolvieron por su pequeño cardigán azul de cachemira, discerniendo la calidad del material, pero sus ojos permanecían fijos en mí. Estaba juzgando mi calidad. 
—¿Ella está disponible? —pregunta finalmente a Marisa, la directora de la butic. Su voz es entrecortada, como la de un niño, y hace la pregunta con casualidad pero silenciosamente, como si estuviera derrochando una enorme porción de decadente tarta de crema de altas calorías. Marisa, quien también es la mayor agente en la élite en Heredad, asiente discretamente. Esta tienda vende ropa —y personas. 
Si podemos ser considerados personas. Aquí en Heredad, los humanos nos llaman “clones.” Me llamo Elysia, porque así es como la Doctora Lusardi me dijo que me llamaba. 
Emergí hace solo unas semanas. Pero soy una chica de dieciséis años. No conozco nada de mi First, la chica de la que fui clonada. Ni probablemente nunca sabré nada de ella. A fin de que yo fuese echa, ella tenía que morir. 
 
 
 
Estamos en una habitación privada, solo yo, la elegante dama, y Marisa. Sin guardaespaldas, ni otros clientes, ni otros especímenes de clones. Las paredes de la habitación son de un brillante blanco. Las transparentes cortinas opacas se inflan cuando marcasen el comienzo del preciado súper oxigeno que generaba el aire de los grandes ventanales. La habitación pretende conservar la paz y tranquilidad por la cual esta isla alojada en los mares ecuatoriales es famosa. Las ventanas ofrecen una vista fuera hacia Io, el burbujeante mar azul violeta que rodea a Heredad. Me pregunto cómo es que las aguas de Io pueden sentirse tan especiales. No el algo que se supone que entiendo; la razón tiene que ver con el sentimiento humano y nada con la lógica. 
Las personas pasan sus vidas guardándolas para experimentar un momento apasionante en Io. Podías tirarme a Io para absorber todas sus suposiciones con mis propiedades estáticas y no tendrían efecto sobre mí.
No tengo alma.
La elegante dama me empuja como uno si pudiera tocar una pieza de fruta en el mercado.Con delicadeza toca mi piel, primero mis brazos, después mis muslos. Presiona la mano contra mi espalda para probar su firmeza, después desliza la mano a través de mi pelo.
—Es exquisita, —dice la elegante dama.
Marisa la advierte.
—Señora Bratton, por nuestra propia lealtad, necesito asegurarme de que entienda. Ella es una Beta. La Doctora Lusardi todavía no ha perfeccionado la línea adolescente. —La mano de Marisa llega a mis hombros para apartarlo a un lado así la clienta puede ver con claridad el tatuaje de laser marcado en la parte trasera de mi cuello: BETA en letras violetas.
—Entonces, asumo que estará reflejado en el precio, —la elegante dama llamada Señora Bratton dice en voz delicada.
Mi chip me dice que esto es llamado cazar gangas.
—Por supuesto, —dice Marisa—. La Doctora Lusardi estará encantado de saber que alguien de su estatura está interesada en dar una oportunidad a una Beta adolescente.
La Señora Bratton dirige su mirada hacia mí.
—¿Cuál es tu nombre, querida?
—Elysia, —digo. El-EE-zee-ya. El-EE-zee-ya. Todavía puedo escuchar a la Doctora Lusardi haciéndome practicar el decir mi nombre y el nombre de la isla, Her-eeed-dad, cuando primero emergí. Los clones no se despiertan y automáticamente saben cómo hablar. Lleva un día o dos después de la inmovilización.
—Creo que podrías hacer un increíble añadido a nuestra familia, Elysia. Estamos tan malamente necesitados de una adolescente desde que Astrid, mi hija más mayor, se fue a la Universidad en Mainland. —Se detiene—. La Universidad Biome.
—Felicidades, —digo, porque sé que es la cosa apropiada para decir a un pariente cuyo hijo se ha ganado la admisión en un institución de aprendizaje ultra competitiva—. Debe estar muy orgullosa.
La cara de la Señora Bratton se ilumina.
—¡Lo estoy! Pero Astrid es demasiado innecesariamente devota a sus estudios. Insiste en no viajar a casa a Heredad durante el  año escolar para visitarnos. La echamos mucho de menos. Su hermano pequeño y hermana han estado demasiado llorones desde que se fue. —Se detiene para mirarme de arriba abajo una vez más—. Sí, una nueva chica es justo lo que la familia necesita. ¿Te gustaría ser esa chica?
—Sí, señora, —digo. No tiene importancia para mí si existo en esta tienda o n su casa. Pero mi alimentación interna me dice como entona el entusiasmo que hace a los humanos sentirse bien sobre su decisión de comprarme.  
—Sus modales son exquisitos, —añade Marisa.
—¡Por supuesto! —Dice la Señora Bratton—. Una excelente mejor en la insolencia de los auténticos adolescentes y debería conocerla. —Sonríe—. He criado a unos pocos.
Marisa me envía a la parte trasera de la tienda mientras termina las negociaciones la Señora Bratton. Tengo que elegir algo de ropa agradable pero modesta  para ir a mi nuevo hogar, donde deberé servir a mi nuevo dueño. Elio el pequeño suéter azul que la Señora Bratton estaba admirando, junto con una falda azul plana para que concuerde con el suéter. Un uniforme de comienzo. Cambio al traje. No hay nada más que necesite.
Excepto decir adiós a Becky.
Becky es la otra Beta adolescente disponible en esta boutique. Cuando llegue primera, Becky me informo de lo que las Betas eran más difíciles de vender cuando un comprador no podía estar asegurado al cien por cien de que una Beta siempre operaría como se la programo. Becky y yo somos Betas adolescentes, las primeras de nuestro tipo. Becky dice que cuando primero emergió, la Doctora Lusardi la informo de que mientras que a algunos compradores les gustaba el caché de ser los primeros en adueñarse de un nuevo modelo, las Betas adolescentes no se esperaba que fuesen tan buenas porque en realidad no es que a mucho adultos les gustasen los adolescentes: de hecho, algunos activamente intentaban olvidar que alguna vez habían sido adolescentes. De acuerdo con Becky, la Beta adolescente serviría como experimento hasta que la Doctora Lusardi pudiese manufacturar bebes y niños actuales, quienes potencialmente podrían “explotar el mercado abierto.” Mientras que Becky está técnicamente disponible para comprar, no hay esperanza de venderla, y por eso se le consignó trabajar en la boutique, manteniéndola ordenada, traer bebidas e incorporarse tras los clientes. Con su desafortunada estética, Becky nunca ascenderá a la casta superior de los clones y trabajará como una compañera, chef, sirvienta, niveladora de oxigeno, instructora deportiva —o el más preciado rol de todos— una asistenta de lujo, una organizadora de las necesidades de los lujosos residentes. Becky emergió hace meses con el pelo marrón rizado que parece un revoltijo de colas de rata, ojos en el cetrino rosa del lado fucsia, y una tez amarillenta. También es gorda, al menos dos veces sobre el estándar ideal de libre de celulitis conocida como “Cuerpo Bikini,” la isla de estética preferida. 
De acuerdo con la Doctora Lusardi, soy su Beta finalizada, adolescente otra manera. Mis acentuaciones estéticas del estilo de vida en Heredad, como clones están intencionadas a hacerlo. Mi folleto holográfico dice que mis modales son “el modelo perfecto.” Tengo el tono muscular sugerido que mi First podría haber sido una atleta o bailarina. La Doctora Lusardi dice que soy una verdadera “saboreable.” Tengo un lujoso pelo rubio miel, piel besada por el sol, y una complexión de melocotón y crema. La parte más complicada —de acuerdo con la Doctora Lusardi—mis ojos— salieron perfectos, como piezas de brillante fucsia de un dulce duro, con tapas de forma almendrada y finas pestañas marrones, diseñadas para transmitir docilidad y no intimidar a los dueños. Desde una distancia, los luminosos ojos de un clon tienen el propósito de atraer a los humanos y hacerles sentir seguros. De cerca, los ojos parecen agujeros. Debido a eso, los humanos no tienden a mirarnos a los ojos desde demasiado cerca, lo cual me ha sido dicho que es socialmente preferible, ya que los ojos sin alma detrás de ellos pueden ser aterrorizantes.
—Entonces vas a ser una acompañante, —dice Becky—. Qué excelente para ti.
De repente siento una punzada en el corazón, como si perdiera esta otra Beta adolescente, pero sé que la reacción sucede porque mis chips saben como de mímica responden los humanos, y no porque en realidad sea capaz de extrañar a Becky. No sentimos nada la una por la otra. No lo necesitamos. No sé porque mi estomago también experimenta un agujero de vacio ante la idea de dejar a esta otra Beta adolescente. Esto es mucho para que aprenda —sobre esta isla, sobre la química de mi propio cuerpo. Soy demasiado nueva.
Becky añade.
—Simplemente acabaste de llegar a la tienda. Eres una venta rápida. Felicidades.
—Quizá una vez que este sentada en mi nueva casa pueda inquirí si algún rol ahí podría ser adecuado para ti.
—Gracias, —dice Becky, simulando gratitud por una promesa que ambas sabemos que es difícil de ser mantenida—. También es perfectamente satisfactorio para mí el servir aquí.  
 
 
 
La Señora Bratton y yo partimos en un Aviador con chofer, un vuelo sin motor, vehículo de lujo  de utilidad de baja altitud. Las ventanas del LUV parecen oscuras desde el exterior, y el interior huele como a jazmín y tiene asientos que se siente como si estuviesen acariciando a sus pasajeros. Me siento en la parte trasera con la Señora Bratton mientras sus dos guardaespaldas ocupan el frente. Los guardaespaldas intencionalmente miran fuera de la ventana, como si las amenazas pudiesen vislumbrarse en el paraíso al exterior de este vehículo. Quizás miran con tanta seriedad porque no saben que más hacer. El Aviador se conduce por sí solo.  Mientras el Aviador se desliza sobre el terreno, la Señora Bratton desliza la mano derecha a lo largo de la parte interna de su brazo, desde el codo a la muñeca. Su pantalla de Transmisión aparece bajo su piel y ella comienza a Transmitir mensajes, su interés en su nueva compra —yo— aparentemente evaporada. Es mi deber agradecer y no cansarla, pero mis chips me hacen saber que los humanos a veces necesitan tiempo de silencio para Transmitir, así que no intento enfrentarla en este momento. En su lugar, veo la escena continuar: las altas palmeras aislando las lujosas villas, lagunas turquesas, y jardines llenos de florecientes jacarandas, lilas, flores de la pasión, dalias, orquídeas,  y hibiscos. En la distancia, veo el plácido y adormecido Mar Io, y en lo alto, más a lo lejos, las montañas de bosques verde esmeralda que se aproximaban sobre la isla. Aunque no puedo ver las vistas desde el Aviador, recuerdo esas montañas en descenso al otro lado en un salvaje bosque lluvioso, donde el recinto de la Doctora Lusardi, el lugar del que vengo, está escondido. 
Nunca he vivido en ningún lugar más que Heredad así que no puedo compararlo con otros lugares, pero incluso sin un chip diciéndome eso, creo que podría entender que esta isla es un ideal, una realización de la perfección. Respirar en el sedoso aire es como tener miel caliente goteando dulcemente por la garganta. El contraste de colores —el azul violacio de Io, las exuberantes plantas verdes y los altos arboles, las flores estallando en plumas de brillantes rosas, amarillas, naranjas, rojas, moradas y doradas por todos lados —intoxica los ojos. 
Entusiasmadas burbujas en mi, un directo antídoto para la temprana ansiedad que experimente siendo separada de Becky. Ahora tengo una dueña, y estamos de camino a mi nueva casa, en el más conveniente lugar de la Tierra. ¿Cómo sería mi nuevamente vida emergida en Heredad? 
Una respuesta atraviesa el Transmisor de la Señora Bratton, y suspira. 
—Oh, querida. El Gobernador, no está feliz con todo esto. —Mi interfaz parpadea en una imagen de un imponente hombre calvo vistiendo un uniforme militar adornado con varias medallas. Me informa que el Gobernador es un general retirado que ahora es el líder ejecutivo de oficina de la isla, contratado por la junta directiva de Heredad. 
—¿Cómo conoce al Gobernador? —Pregunto a la Señora Bratton. 
—Es mi marido, tonta.
Supongo que esta afiliación explica su detalle de seguridad, a pesar de la gran idea de la necesidad de seguridad en tan perfecto y tranquilo lugar me confunde. Pero hay cosas que no pregunto. Solo soy un clon, y una Beta en eso.
—¿Por qué él es llamado “el Gobernador”? —Pregunto a la Señora Bratton.
—Es un apodo, mascota. Como de los tiempos coloniales. CEO suena tan… aburrido. 
—Entiendo, Señora Bratton, —digo. Aunque en realidad no. Como parte de mi programa de orientación cuando primero emergí, aprendí a usar esto como una frase útil para llenar los silencios con los humanos. Si en realidad lo entiendo es irrelevante. 
—No me llames Señora Bratton. Eso es demasiado formal. 
—¿Cómo debería llamarle? —Pregunto a la Señora Bratton.
—Puedes llamarme Mama. 

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