Capítulo 1 de Erasing Time (Erasing Time #1)
Era un día tan bueno como cualquier otro para planear la traición.
Las manos de Echo se movían alrededor del panel de controles del computador en un ritmo rápido hasta que una fotografía aérea de Traventon apreció en la pantalla. Él amplió el desierto que rodeaba a la ciudad abovedada, en busca de una señal de algún camino, con el fin de escapar de la ciudad, él necesitaba encontrar una ruta segura, esa que los otros tomaron al huir.
El código de fecha de la fotografía decía que tenía dieciocho años. Antes de la guerra con Chicago. ¿Habrá cambiado algo desde entonces? Podría ser.
Si Echo pudiera encontrar el sitio codificado donde el gobierno guardaba las fotografías recientes, él podría centrarse en ellas. Pero eso sería peligroso. Era ilegal hacer búsquedas no autorizadas. El Departamento de Información tenía un ojo puesto en todos los lugares del gobierno, y cuanto más importante era el documento, más difícil era buscarla sin ser detectado. No había razón de arriesgarse por algo que no valdría la pena. A la gente les lavaban el cerebro por cosas menos importantes. De todas formas, una fotografía reciente no lo habría ayudado mucho más que esta, porque si existía un camino, él debería verlo en esta foto también.
Un enorme bosque se esparcía por todo el este de la ciudad, más verde cerca del río que suministraba agua a la ciudad. Cerca del oeste, la vegetación se veía peor, más escasa e intercalada y de un color marrón y grisáceo. Las profundas sombras indicaban altura, a pesar de tratarse de colinas o montañas. Echo no lo sabía. Al norte de la cúpula había restos dispersos de la antigua ciudad: Denver, destruida en las redadas del siglo XXIII. Cuando Echo era pequeño, su padre había estado allí con un grupo de arqueólogos para rebuscar entre los restos de artefactos. Pero eso había sido hace casi dos décadas, antes de que los rebeldes resultaran ser un peligro de tal calibre. Ahora el desierto estaba lleno de bandas criminales que no permitían que nadie saliera de la ciudad a no ser de tener una buena razón y un gran arma.
Echo tenía una caja láser escondida en un falso compartimento de su armario. Era un secreto más, un peligro más del que no se creía capaz unos meses atrás.
Volvió de nuevo a estudiar la fotografía y a la cúpula que siempre fue su hogar. No quería dejar a su padre, a sus amigos—todo— pero si se quedaba, el Dakine lo mataría. Solo tenía unas semanas, días quizá, antes de que los asesinos vinieran a por él. La sociedad secreta no había perdido el tiempo en juicios o el tipo de burocracia que hace al gobierno tan lento. Ellos simplemente te daban caza.
Echo localizó la fotografía en su pantalla del computador, esperan una perspectiva diferente que le mostrara algo más, alguna pista como el camino que la gente toma cuando se iban de Traventon. La ruta más lógica era seguir el río. Eso le proporcionaría agua viajera si tenían desinfectadores.
Echo hizo zoom en el río. Él no tenía ningún desinfectador, pero tenía otra ventaja. Tenía acceso a los documentos históricos. Él sabía que antes de los desinfectadores, la gente calentaba el agua para hacer que estuviera sana. Había sido suficientemente sencillo para él encontrar un sitio donde poder calentar el agua.
La mejor dirección era ir hacia el sur. Allí hacía un tiempo más cálido. Él lo sabía también por los documentos históricos: Había leído historias sobre cowboys cabalgando a través de un lugar seco y lleno de arena y de mujeres que se sentaban en la sombra, abanicándose.
También había algo llamado cactus, que era afilado y doloroso pero no se movía, así que supo que sería capaz de evitarlos.
Luego estaba el hecho de que alguna ciudad del sur lo hospedara dentro. Tenía habilidades con las computadoras que alguien podría necesitar, pero no sería capaz de convencer a nadie diciendo que no era un espía.
La puerta del Laboratorio de Palabras se abrió, haciendo que Echo dejara de mirar al computador. Él esperaba ver a uno de los Artífices de la Palabra entrando. En vez de eso, dos guardias de negro entraron en la habitación.
Las manos de Echo se sacudieron en un stop en el panel de control. Era ilegal intentar salir de la ciudad y él tenía una fotografía aérea de la ciudad en su pantalla, la ciudad abovedada en grande. ¿Parecería sospechoso si cerraba la ventana o sería mejor inventarse una excusa y pretender que estaba haciendo una búsqueda autorizada?
Se sentó quito en sus silla, sin decidirse, en pánico. Los guardas se acercaron a él, con sus rostros casi invisibles a través de sus escudos. Era imposible leer sus expresiones. ¿Se habrían dado cuenta ya? Justo antes de que llegaran al escritorio, Echo movió sus dedos sobre el teclado. No fue delicado, pero la fotografía desapareció.
Puso una expresión desinteresada en su cara.
—¿Echo Monterro? —preguntó uno de los hombres.
—Sí.
—Estamos aquí para escoltarlo hasta el centro de Ciencia. Por petición de Jeth.
Así que no se habían dado cuenta de lo que estaba buscando, no sabían lo que estaba haciendo. Echo se relajó en su asiento.
—¿Por qué me quiere mi padre en el centro de Ciencia?
El hombre simplemente se movió hacia la puerta.
Echo no pidió más información. No estaba bien preguntarles a los guardas. Se levantó y camino incómodo entre ellos hacia la puerta.
Echo ya había estado en el Centro de Ciencias antes, normalmente tratando de ponerle fecha a un artefacto o conseguir un virus de algo que el centro de Historia había tomado prestado de la colección arcaica de la ciudad. Esta vez los guardas le llevaron por los principales pisos hasta la sección restringida en el piso número cuatro. Se quedaron de pie en un ancho pasillo y caminaron hacia otro más estrecho que les llevaba a una habitación con una etiqueta que decía “Laboratorio 15” en la puerta.
Cuando la puerta se abrió, le llevó a Echo un momento para encontrar a Jeth. Su padre estaba entre diez hombres, la mayoría de ellos estaban o bien, dando vueltas alrededor de computadoras o congregados frente a una gran máquina que medía por lo menos cuatro metros de alto y tenía un camino de cables desde su parte más alta y un cubículo de cristal en el medio, como si un ascensor se hubiera fusionado a un pequeño edificio.
Jeth estaba en un lado, observando la estructura cauteloso.
Echo se alejó de los guardas y se unió a él.
—Esto parece algo así como una reunión para echarse unas risas. Tenemos una habitación llena de científicos, guardas y una gran máquina que da miedo. —su mirada cruzó la habitación de nuevo—. ¿Por qué estamos aquí, exactamente?
—Por nada, probablemente —Jeth seguía atento a la máquina—. Dudo que funcione. Simplemente es la última opción del gobierno para agotar los fondos de la ciudad—él sacudió la cabeza con la misma resignación que solía tener cuando hablaba de impuestos—. Lo llaman el Filtro del Tiempo. Están tratando de traer a alguien de principios del siglo XXI.
La mirada de Echo volvió hacia la máquina.
—Eso es imposible.
Jeth asintió.
—Estoy seguro de que los científicos tendrán unos generosos salarios, de cualquier modo.
Echo miró a los ángulos salientes de la cabina de cristal, ésta, se dio cuenta, estaba esperando a su ocupante. Las ondas del tiempo han sido un tema a discutir por los científicos durante muchos años, pero él no podía creer que el gobierno hubiera sido tan atolondrado como para construir una máquina. ¿Habrán pensado siquiera en las consecuencias que conllevaría?
Bueno, habían considerado una, por lo menos.
Los científicos sabían que necesitarían ayuda para comunicarse con alguien de tanto tiempo atrás. Jeth era uno de los historiadores más importantes de Traverton además de un Artífice de la Palabra. Echo acababa de terminar su aprendizaje en aquellos estudios. Y ambos consistían en traducir el habla antigua.
Los científicos caminaron de un lado a otro entre la cabina y el panel de control llenos de energía nerviosa, exceptuando a un hombre que estaba de pie en el panel de control con sus brazos en jarras. Su largo pelo que tenía rayas grisáceas estaba alrededor de una cara seria y ceñuda que miraba al resto con irritación.
Probablemente era el que se encargaba de todo.
Y entonces Echo se dio cuenta de quién era. Carver Helix. El presidente de la ciencia.
Ese título, el Presidente de la ciencia, era una denominación errónea desde que Helix trabajaba más con el gobierno que con los científicos. Pero aún así, el hecho de que estuviera aquí quería decir que esto era un evento importante.
—¿A quién planean sacar del pasado? —preguntó Echo.
—A un científico, —contestó Jeth—. Tyler Sherwood.
Echo no dijo nada; las implicaciones de la máquina seguían reproduciéndose en su cabeza. Si este Filtro del Tiempo funcionaba, ¿el gobierno podría sacar a alguien más para llevarlo a ese cuarto? ¿Líderes mundiales? ¿Inventores? ¿Enemigos?
Ellos podrían alterar la historia si quisieran o no. Y probablemente era lo que se proponían. Echo se quedó de pie, esperando desesperadamente que la máquina no funcionara.
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