martes, 7 de septiembre de 2010

Por Trece Razones

Por Trece Razones


Debería haber esperado a salir del instituto. Debería haberle concedido a Jenny un último día de paz.  

A pesar de que no se lo merezca. Cuando llegue a casa mañana, o al día siguiente, se encontrará un paquete en la puerta. O si su madre, o su padre, o cualquier otra persona llega primero, quizá se lo encontrará sobre la cama. y se emocionará. Yo estaba emocionado. ¿un paquete sin remite? ¿Lo habrán olvidado, o será hecho a propósito? ¿será quizá, de un admirador secreto? 
— ¿Quiere el tique? — me pregunta la dependienta. Meneo la cabeza. Una pequeña impresora saca uno de todas formas. Miro como arranca el papel contra el plástico en forma de sierra y lo tira a una papelera. 

solo hay una oficina de correos en el pueblo. Me pregunto si esta misma  empleada habrá ayudado a las otras personas, de la lista, a los que recibieron este paquete antes que yo. ¿Habrán conservado el tique ir modo de enfermizo recuerdo? ¿Lo habrán guardo en el cajón de la ropa interior? ¿Lo habrán clavado en un tablón de corcho? 

Casi le pido que me devuelva el tique. 
Casi digo: — Lo siento, ¿podría dármelo? — de recuerdo. 

Pero si quisiera tener un recuerdo, podría haber hecho copias de las cintas o 
guardado el mapa. Pero no quería volver a escuchar nunca más esas cintas, a pesar de que su voz no abandonará nunca mí cabeza. Y las casas, las calles y el instituto siempre estarán ahí para recordármelo.

No se puede detener el presente, ni tampoco rebobinar al pasado. El único modo de llegar a conocer el secreto… es darle al PLAY.
Clay Jensen es un adolescente como cualquier otro que encuentra, al llegar un día a casa, una misteriosa caja sin remitente dirigida a su nombre. El contenido no es otro que una serie de cintas de grabación, siete en total, que parece haberle enviado Hannah, una compañera de clase que no hace ni dos semanas que se ha suicidado. A pesar del desconcierto que supone volver a oír la voz de Hannah, Clay descubrirá que son trece las razones por las cuales ha decidido quitarse la vida, trece caras de cassete y que, por ello, son trece las personas que deben escucharlas. Él es una de ellas. “Es un juego muy sencillo: primero las escuchas, luego las pasas” dice Hannah en la primera cara.
¿Qué razones son esas y qué tiene que ver él con ellas? A lo largo del día, Clay se irá obsesionando con las grabaciones y hasta recorrerá la ciudad con un mapa que ella misma le ha proporcionado. Pero he aquí un viaje distinto del esperado, un viaje donde el punto de llegada es precisamente el mismo que el de partida y en el que solo hacen falta unos nuevos ojos para verlo todo como por vez primera. Hannah irá desgranando poco a poco su vida en un intento de poner de manifiesto las consecuencias, grandes o pequeñas, de las cosas que hacemos y dejamos de hacer, y que cambian el mundo a veces sin darnos cuenta.
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